Gris Plata by Aislin Leinfill

Gris Plata by Aislin Leinfill

autor:Aislin Leinfill [Leinfill, Aislin]
La lengua: spa
Format: epub, azw3
publicado: 2023-10-30T23:00:00+00:00


Tenía el viernes libre, lo que le dejaba un largo fin de semana. En vez de disfrutarlo, pasó todo el día pensando en excusas para ir a la oficina y verlo una vez más. Limpió su apartamento de arriba abajo, fue a la compra, hizo toda la colada, salió a comer, borró mensajes antiguos de su correo, limpió todas las cartas y propagandas que había acumulado en el cajón de la cocina. Hizo todo lo que llevaba postergando por falta de tiempo y ganas, a pesar de ello, tuvo tiempo de sobra para contar cada hora que faltaba para su marcha.

Todavía tenía acceso a su agenda, Tiffany había puesto en color amarillo su vuelo a las siete y media de la mañana.

Dio vueltas en la cama, tratando de obligarse a dormir, nada estaba siendo de ayuda. Una vela de vainilla ardía sobre la mesilla, el aroma y la luz deberían ser relajantes, pero no conseguían que conciliara el sueño, a pesar de que ya casi eran las tres de la mañana.

—Por Dios… —murmuró exasperado consigo mismo. Se levantó de la cama, cogió el albornoz para cubrir su cuerpo desnudo y fue a la cocina. Puede que tuviera más suerte si tomaba algo dulce.

Eligió un mousse de chocolate, apenas le había dado un par de cucharadas cuando llamaron a la puerta.

—Voy Sandra —dijo resignado cogiendo el juego de llaves extra que tenía de su vecina. Ella trabajaba en el hospital y sus turnos eran tan brutales que muchas veces olvidaba las llaves, la tercera vez que la encontró durmiendo en la escalera se ofreció a guardar un juego de emergencia por si ella lo necesitaba.

Abrió la puerta sin dudar, pero quedó congelado con la manilla en la mano al comprobar que no era su vecina.

—¿Qué…?

No tuvo tiempo a decir nada, Alexander lo tomó en brazos, empujándolo dentro del apartamento, devorando su boca con besos desesperados y hambrientos.

Jadeó aferrándose a él, mientras metía los dedos entre su pelo. Dejó que lo aplastara contra la pared, su cuerpo duro lo hizo sentirse pequeño y a su mereced. Le encantó la sensación de perderse entre sus brazos.

Respondió con la misma intensidad, devorándolo en un beso brutal, intentando calmar sus ansias de tener un poco más de él, de hacerle sentir más, de poder estar más cerca.

Alexander lo manejó a su antojo, lo alzó en brazos, obligándole a rodearle con las piernas. Gimió aferrándose a su cuello con ganas, tratando de encontrar un punto de apoyo.

Giró la cabeza, recibiendo una lluvia de besos y mordiscos en su cuello que lo obligaron a jadear con fuerza.

Tiroteó de su chaqueta hasta que consiguió sacársela y sin dejar de besarle siguió con su camisa. Cayeron juntos en el colchón y esta vez fue el propio Alexander quien terminó de quitarse la ropa.

Contuvo el aliento, había demasiada piel al descubierto, tenía un cuerpo precioso. Fuerte y trabajado en los lugares indicados, pero sin los excesos de quien es esclavo del gimnasio, la visión de lo que había bajo su ombligo hizo que se le secara la boca.



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